miércoles, 18 de abril de 2012

#autoestimaOn, o de cómo seguimos en nuestra montaña rusa.

Fin de semana conjunto y a solas, de muchas risas, muchos recuerdos, muchas confesiones y mucho sexo. De hacer planes y acariciarnos lento, de dormir juntos y contarnos mucho, de recorrer tiempos lejanísimos de la mano del otro, de muchas palabras por tu parte a la orilla de la chimenea y en bares acogedores.
Días de música, de recontar tu historia, de planear visitas y acrecentar las ganas.
Y al volver, un domingo cargado de domingo, miedo en el alma de que, de nuevo, el puto dicho de "días de mucho, vísperas de nada", volviera a cumplirse.
Pero me has estado llamando mucho, contando mucho, preguntando mucho.
Y ahora, que se te abre una opción laboral que primero desechaste pero que hoy parece la más oportuna -no está el patio para remilgos y tontunas-, estoy a la vez feliz y amedrentada.
Feliz por ti, porque es mejor -aunque no sé si bueno-, porque tienes ganas y te veo contento. Feliz por mí, porque me llamas y me cuentas, cuando vas a la reunión definitiva y nada más salir de ella, y me doy cuenta de que, pese a todo, es a mí a quién llamas, a quién cuentas, a quién consultas, al menos en primer lugar, y eso es tanto que me asfixia... me asfixia por la diferencia con otros momentos.
Te lo dije al hablarlo: sé que yo voy a perder mucho: habrá menos tiempo, menos opciones, más limitaciones y ataduras, pero me alegro por ti, porque te quiero.
No son días, ahora que todo aún está en el aire y tienes que mover bien tus fichas, de poner palabras a mi angustia contigo. Pero quiero que pongamos ganas, que saquemos huecos, que nos esforcemos (que te esfuerces) porque ahora que nos vienen tiempos en que las excusas para no vernos, para no sacar huecos, nos vendrán solas, tendremos que tener más ganas para poder con ello. Y podemos, si queremos, podremos.
Y vamos a hacerlo, ¿vale? porque merecen la alegría, incluso la pena honda de mis días a solas y en silencio, las noches de chimenea -se nos están acabando tus robles-, de música en el coche recorriendo carreteras, los ratos de besos y verdades, cada segundo de recorrernos enteros.
Porque de ser somos juntos, y lo sabes.

lunes, 9 de abril de 2012

La tristeza es pegajosa, se adhiere persistente a sitios insospechados y opaca los colores de esta primavera.

El fin de semana del domingo de ramos íbamos a compartirlo pero yo me puse enferma (añun sigo) y aunque me empeñé en subir pensé que igual era mejor dejarlo, a ver si echándome d emenos cambiaba tu reciente actitud pasiva... me prometiste verme a cambio esta semana que hoy se inicia, y me llamaste mucho en esos días y los siguientes. Hasta el martes qu eyo me fui al sur buscando el norte.

Tras una semana santa de no saber nada de ti salvo un mensaje con una foto de la inesperada nevada que cayó ( y calló) en nuestros lugares comunes, en esos que te dije que te cedía para no hacerte incómodas las vacaciones con ellos y todo el mundo, casi seis días sin oir tu voz y de buscarte en las olas de mi mar con sol, hoy me he levantado aún con más presión en el pecho y un horrible dolor de cabeza.

Tengo médico esta tarde, pero ya dudo si es bronquitis, alergia o decepción.

Decepción por no querer escuchar el mensaje que clama en silencio: no me necesitas.

Y soy yo quien permite que así sea, quien no cierra la puerta y cuando hoy me llamas, en vez de cerrar la puerta de un portazo brusco o con cuidado y motivos más que de sobra, escucho cómo me dices que quedamos en vernos esta semana, que si prefiero que vengas una tarde o mejor que pasemos todo el fin de semana juntos para tener más tiempo.

Y en vez de gritar, de poner puntos en las íes y tiritas en mis heridas, te digo que elijas tú.

Me has querido mucho, con ganas y con fruición. Te he querido (y te quiero) como nadie te ha querido, como no he querido a nadie.

Me pesan los momentos, los grandes momentos, las complicidades, los saltos mortales, lo prometido y lo vivido. Me pesan los silencios, los lastres, el desconcierto y las interrogaciones.

Hablabas de tu día en quad del sábado, de las diez horas montando por caminos infernales, de que aún te tiembla la mano derecha, de que volviste a caerte pero no pasó nada, de las agujetas que tienes, de que después de comer en el lugar de la gasolinera pasado el tunel donde solemos ir tú y yo, tú dijiste que no volvías por la sierra, pero que te engañaron y te dijeron que iríais por pistas, y que fuisteis por los eólicos que también visitamos nosotros (¿te acuerdas? me preguntas... pues claro que me acuerdo, qué putada, yo no olvido nada, te respondo), que os perdisteis y tuvisteis que retroceder, que fue horrible el camino,... y no puedo sino decirte que esa es la historia de tu vida, el más que escuchado en repetidas y diversas ocasiones ¿Y qué iba a hacer? si ya estaba allí y no me quedaba otra...
y siento tristeza, tristeza porque esa es la verdad: te dejas llevar, demasiadas veces, y últimamente ese camino te separa de mí.
Qué triste.
Qué doloroso.
Más aún este estar a medias que me empaña el alma creando espejismos que luego se diluyen en la nada.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Me llamas: encantador, arrollador, pletórico, planeando el viernes, una escapada posterior... lleno de sol.
Y, de repente: bueno, venga... y yo terminado de contarte en lo que estábamos.
Y tú de nuevo: venga, te dejo...
Y yo: vale, vale.
Y tú: es que me acabo de encontrar con una persona.

Y la voz de ella.

¿Cómo puedes cambiar el chip de ella a mí, de mí a ella, con tal facilidad?
Supongo que igual que yo oscilo de la felicidad y la alegría al dolor y el estupor en unas pocas horas, incluso en nanosegundos.

martes, 13 de marzo de 2012

Y me llamas.
Y me cuentas, pese a mi brusquedad.
Y me vas narrando el fin de semana, y preguntándome por el mío, y mostrándote excesivamente amable y cuidadoso, como cuando se avanza sobre tierras movedizas, sabiendo que te puedes llevar un revés o un bofetón.
Desgranas, y yo, en mis maneras escuetas que ocultan tanto como muestran door y rtabia, meto perlas hirientes que tú esquivas y haces como que no notas.
Y me hablas de tu amigo, y de sus percepciones sobre otras mujeres, y yo exploto, y te digo lo que pienso de él, y te pregunto, atacando, que si tú también narras al detalle lo que me haces o lo que me dejas de hacer, y sin levantar el tono ni un ápice para defenderte me dices que tú jamás cuentas nada, a lo que te respondo que hay momentos, cuando me hablas de él, en que me siento como carne al peso. Obvias el comentario y me dices que cómo van mis planes para el fin de semana, que subís solos tu amigo el que no soproto y tú el viernes, que ellas, esas ellas que rigen mi vida y mi tiempo, subirán el sábado.
Y hablar contigo, y saber que el viernes te haré el amor desesperadamente mientras tú me follas, casi me duele más que este silencio.
Y me duelo yo, mi incapacidad de no ser capaz de ser lógica y no cogerte el teléfono, mi incapacidad de renunciar a tu cuerpo y a esos ratos en los que, pese a todo, sigues regalándome luz y tu alma.

Time to be, como reza la publicidad de un reloj.

Y un lunes de mierda vuelves a casa y pones la tele para no pensar, y escoges con cuidado la programación para no pensar, y espantas la mosca insidiosa que se te instala en tu parte de persona normal cuando te ves delante de spiderman 2 (¿qué cojones haces tú perdiendo el tiempo en esto, que ni has visto la primera parte?) pues no pensar, coño, no pensar.

Y, sobre todo, no sentir.

No sentir el peso de un fin de semana fantástico compartido hace ya nueve días, de sexo, sexo y más sexo, pero también abrazos, y alguna lágrima, y el no soy tu puta (no te preocupes que no lo serás9 y el esto no ha existido, y el comer juntos, y mis amigas, y los planes... y tu nuevo sillón amarillo, y mi casa, y la tuya, y dormir en tu cama, y soñar con ocho estrellas encima.

No sentir el silencio de estos días, en que te invitaron a mi mundo y no pudiste, como es obvio, y llamaste a mi amiga para felicitarla mientras yo sigo sin saber nada de ti desde una conversación fantástica y fluida el viernes.

No paladear la rabia, la tristeza, la impotencia, el desconcierto, la derrota.

No querer sentir, ni pensar, porque sabes que es hora de decir basta, hasta aquí, te lo dije, he de quererme más, lo estoy haciendo, 29 kilos menos después lo estoy haciendo, pero tú me impides, con tu comportamiento del ahora quererme del todo.

Y como quererte es fácil, tan fácil que duele, tan sencillo que me dejo llevar por los días buenos borrando las esperas y los malos rollos, tachando la insatisfacción de no entender, de tener que clavarme las uñas en el corazón para no llamarete, de aceptar estas reglas actuales tan absurdas y contradictorias con lo que fue, estos diques que contienen haciéndome perder la espontaneidad y la confianza...y esta forma tuya tan cobarde de no decirme que no, y estos miedos a haber dejado rastros, a reproches y absurdos... pues prefiero no pensar en qué cojones estoy haciendo con mi vida, en que el hilo de la madeja de tanto tejer y destejer está lleno de nudos y no vale ya para nada.

Y para eso sirve spiderman, 1, 2 ó incluso 7.
Para ver otros hilos, otras redes, otra realidad tan distinta que no me deje pensarte, a ratos con necesidad imperiosa de ti, a ratos con necesidad imperiosa d emandarte a la mierda.

Pero no sirve.
Ni Spiderman sirve.

Porque hasta el villano de turno de la peli lo tiene claro, jodiéndome mi pretensión de no sentir: "El amor no debe ser un secreto. Si guardas algo tan complicado como el amor dentro de ti, acabarás enfermo".

Corren tiempos de pensar, tiempos de sentir... tiempos de decidir.

jueves, 1 de marzo de 2012

Tu destino soy yo, y/o viceversa.

Casualidad el encuentro. Casualidad el inicio. Casualidad tantas veces.
Y de nuevo hoy... en estos días extrañamente cercanos, extrañamente porque ha habido un enero cruel de una semana juntos no aprovechada lo suficiente, un arrepentimiento posterior y una promesa de enmienda, y un fin de semana más que planeado de reconciliación que prendió la llama de mi rabia cuando se truncó antes de empezar, que desató la caja de los truenos que solo calmaste echándome un polvo brutal y deseperado en una cuneta mientras decías te quiero como hacía tiempo que no lo hacías (demostrarlo es ya otro cantar), para después seguir llorando de rabia e impotencia. Y solté a borbotones todo: el porqué no poder elegir a quién querer, el porqué tener que conformarme dependiendo de la agenda de ella, de tu hijo, del primo del vecino y del espíritu santo en bicicleta, el todo lo que te quiero pero es el momento de quererme yo, el te toca mover ficha...

Y llega el hoy, tras una semana de llamadas diarias, mensajes, fotos, propuestas y planes... sigo con el alma cruzada muy fuerte, con los dedos de los pies en cruz, para que nada lo joda, pero tengo la insidiosa mosca cojonera de la duda instalada muy profiunda... porque últimamente una mano negra o nosotros mismos provocamos que al final todo desluzca, y no quiero, no quiero, no quiero...

Y no quiero porque en todo estás tú, en las cosas pequeñitas, en casa esquina... he ido a tomar café con un amigo cibernauta al que solo he visto una vez hace un año y otra hoy. Un amigo que es hermano de un amigo tuyo y que cuando he llegado hablaba por teléfono... contigo, con quién no lo había hecho nunca... esta maána había pedido tu teléfono para una cosa de curro.

Al llegar aquí te he llamado, con el alma plena para decirte que esto, mi amor, es casualidad, casualidad, casualidad, casualidad o destino. Yo soy tru destino, aunque a veces te niegues.

Qué tristeza... te he llamado para decírtelo y me has dicho que me llamas ahora... esto me está volviendo tan paranoica que en esas palabras he visto tu miedo irracional cuando algo , o tú mismo como estos días, te lanza a mí... te niegas a ver casualidad y sorpresa, la misma que te flipó al principio, y pones distancia.

Se supone que este fin de semana lo pasaremos juntos, pero con amigas mías el sábado... y también me da pavor la mezcla, la explosión, la no concordancia...

y ya ves, para vivir así, para que me sigan compensando silencios, desplantes, ausencias, escondidas, angustias, paranoias, desbarajustes, arbitrariedades y mierda, tienes que compensar la balanza de lo spros, que son tantos que me duele la sola posibilidad de perderlos... dedícate a ello y no me obligues a renunciar al que sé bien que es el amor de mi vida.

martes, 3 de enero de 2012

Aquí ando, cruzando los dedos y sonriendo, porque este 2012 promete a tu lado...